Mañana miércoles el “cometa verde” alcanzará su máxima aproximación a la Tierra: unos 42 millones de kilómetros. Desde hace unos días ya es visible a simple vista (como un objeto astronómico de magnitud estelar +5) desde el hemisferio norte, y durante los próximos días empezará también a serlo desde el sur. Bajo unas condiciones óptimas de visibilidad del cielo nocturno, el ojo humano es capaz de observar objetos estelares de hasta magnitud +6.
Ya es visible a simple vista como un objeto astronómico de magnitud estelar +5, siendo el ojo humano capaz de observar objetos estelares de hasta magnitud +6.
El cometa ha comenzado a llamarse “verde”, por ser ese el llamativo color que presenta su coma (la nube gaseosa que envuelve su núcleo) en las astrofotografías. El objeto está catalogado con el nombre c/2022 E3 (ZTF). La referencia a 2022 es porque fue descubierto el año pasado (concretamente el 2 de marzo) por un par de astrónomos estadounidenses, a través de una cámara de campo amplio desde el Observatorio Palomar, cerca de San Diego, California, en EEUU, integrada en un programa de observación automatizada del firmamento llamado Zwicky Transient Facility, de ahí el acrónimo ZTF que también incluye el nombre técnico del cometa.
El núcleo del cometa tiene algo menos de 2 kilómetros de diámetro, pero una vez que se ha ido acercando al Sol (alcanzó su perihelio el pasado 12 de enero), empezó a aumentar de visibilidad desde la Tierra, gracias al despliegue de varias colas que alcanzan varios millones de kilómetros de longitud.
El cometa tiene una órbita muy excéntrica y la última vez que se acercó a la Tierra fue nada menos que hace 50.000 años, durante la última glaciación, cuando en Europa cohabitaban los neandertales (ya en declive) y los Homo sapiens. Es emocionante saber que durante algunas noches gélidas y oscuras de entonces, nuestros antepasados vieron en los cielos este mismo cometa verde.
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