Las empresas alemanas relocalizan su producción a México con miras a la electromovilidad. Sin embargo, hay algunos problemas estructurales que el país tiene que resolver rápidamente, advierten expertos.
México espera ser uno de los grandes ganadores de la competencia geopolítica entre China y Estados Unidos, y está buscando beneficiarse de la deslocalización cercana (nearshoring) de las cadenas de producción.
Expertos consultados por Deutsche Welle constatan un renovado interés de las empresas en invertir en México, especialmente en el sector automotriz. Sin embargo, alertan sobre algunos focos de debilidad que el gobierno debería atender para aprovechar más esa ventana de oportunidad.
Beneficios geográficos, financieros y jurídicos
El sector manufacturero continúa siendo de gran importancia para la economía mexicana, representando alrededor del 18% del Producto Interno Bruto (PIB). El principal motor de ese sector son las exportaciones gracias al Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá (T-Mec).
“La cercania con Estados Unidos, el know-how de la mano de obra y la infraestructura ferroviaria que permite un acceso muy ágil y rápido al país vecino son grandes beneficios geográficos para que las empresas consideren relocalizar su producción en México”, explica Luis Manuel Hernández, presidente del Consejo Nacional de la Industria Maquiladora y Manufacturera de Exportación (Index), en entrevista con DW.
Para el sector automotriz, la deslocalización cercana fue impulsada, además, por las nuevas reglas de origen dentro del T-Mec y las subvenciones del gobierno estadounidense para impulsar la electromovilidad.
Renovado interés de empresas alemanas
“Las empresas alemanas no invierten en ningún otro país de América Latina tanto como en México”, afirma el director de la Cámara Mexicano-Alemana de Comercio e Industria (Camexa), Johannes Hauser. El experto ha notado desde el año pasado “un interés significativamente mayor por parte de las empresas alemanas” por establecer nuevas instalaciones de producción en México o ampliar las plantas de fabricación existentes.
“Se nos están acercando también empresas que antes no tenían presencia en México”, añade Hauser.
Hernández considera especialmente viable la relocalización de productos que ya tienen parte de su cadena de suministro establecida en México, donde se podrían sustituir las importaciones como en la electrónica, y la de textiles y muebles, desde países como India, Vietnam, Indonesia y China. Sin embargo, ha notado que, de diez empresas que emprenden el nearshoring, cinco se trasladan de China a países asiáticos como Vietnam, y una viene a México. “La inversión no está llegando tan rápido como esperamos”, señala.
Cuatro debilidades
Eso se debe a ciertas debilidades estructurales, señalan los expertos. Hernández menciona cuatro: las dos primeras son el alto costo de los terrenos, la inseguridad ligada a la debilidad del Estado de derecho.
La tercera es la incertidumbre sobre el suministro de energía eléctrica, ya que el gobierno actual ha frenado las inversiones en energías limpias para relanzar los deficitarios monopolios estatales, Pemex (petróleo) y CFE (luz eléctrica), con una matriz energética dominada por fósiles.
La cuarta debilidad es la alta informalidad laboral en México, donde más de la mitad de la población trabaja por cuenta propia, a veces por necesidad y falta de formación, a veces por comodidad y flexibilidad o mayores ingresos.
Fluctuaciones y cortes de energia
Hauser también exhorta al Gobierno mexicano a asegurar el suministro confiable de electricidad a partir de fuentes renovables, ya que los socios de Camexa últimamente han tenido problemas con fluctuaciones y cortes de energía. “El gobierno tiene que recapacitar rápidamente y escuchar las preocupaciones de los empresarios que producen para mercados internacionales y tienen que cumplir normas internacionales”, subraya.
Para al director de Camexa, el panorama es bueno si el gobierno reacciona con rapidez. Entre otras cosas, porque México tiene grandes yacimientos de litio y quiere posicionarse como lugar de producción de baterías para coches eléctricos.
Hernández insiste, sobre todo, en la rapidez de los cambios políticos. “El nearshoring es una ventana de oportunidad de unos cinco años”, recalca. Ese es el tiempo que tiene la política para colocar un marco normativo atractivo. Porque si prevalece la incertidumbre, las empresas se irán a otros países en los que haya un marco legal confiable, advierte.
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