Cada vez que se acerca un clásico nacional, los aficionados revisan recuerdos en busca de méritos sentimentales. Todos en un partido como éste tienen una relación íntima con su camiseta, el amor más primitivo y duradero por los colores. El América los hizo valer de nuevo ayer en el estadio Azteca. Después de no brillar en sus series anteriores, definió su pase a una nueva final de la Liga Mx con la victoria más esperada del año ante el Guadalajara (0-0, 1-0 global), esa que le permite soñar con el bicampeonato.
Como suele ocurrir en el futbol, el encuentro puso en escena la lucha entre el día y la noche, la triste pena y el paraíso. Cualquier resultado era en sí mismo la rueda del cosmos, aquel lugar donde un equipo termina hecho cenizas para dar una nueva vida al otro. De un modo bastante sufrido, las Águilas lo consiguieron en defensa de su corona. Trabajaron al igual que todo el torneo como un controlador de radares. En ocasiones los rojiblancos apagaron sus luces, pero aun así impusieron su orden y se volvieron inalcanzables para llegar a su segunda final en un año.
Sobre las calles de la colonia Santa Úrsula, los comerciantes trataban de enfatizar el peso de sus mercancías con algún gesto teatral. Lleve la capa para la lluvia en 15 pesos, anunciaban a los gritos, porque el destino es caprichoso y siempre llueve cuando uno olvida con qué taparse. Dentro de su vocabulario futbolístico, no faltó alguna palabra que asociara dos o más tareas de los jugadores: poner huevos, cuidar bien la pelota y atacar al rival. Pero el reconocimiento sólo alcanzó su condición celebratoria cuando estas acciones se dieron en momentos de alta tensión.
Algunos elementos, como Álvaro Fidalgo y Diego Valdés, adormecieron la pelota cuando más lo necesitaron sus compañeros. Produjeron jugadas que no siempre terminaron, compitieron y, ya con un Rebaño volcado, los dos celebraron el gol de Israel Reyes en un tiro de esquina (60) como una redención. Si este deporte es capaz de jugar con la imaginación, en los clásicos algo único nunca ocurre dos veces. Eso explica por qué el delantero de Chivas, Ricardo Marín no volvió a generar peligro en sus oportunidades en ataque, luego del remate que estrelló en el poste en una mala salida del arquero Luis Malagón.
En mayo de 2023, el cuadro tapatío eliminó a las Águilas en el Azteca para avanzar a la final. La revancha no fue instantánea, pero el castigo de ayer destruyó por completo a un plantel en el que las carencias comenzaron a salir a flote: falta de control emocio-nal, poca creatividad en el mediocampo y ninguna solución en el banco, incluido Javier Hernández. Los rojiblancos no soportaron el 1-0, con la complicidad en la marca del afamado Chicharito. La obligación de remontar y lograr una victoria épica los llevó a transitar por un camino de piedras volcánicas, donde cualquier error parecía consumir sus pies.
El calvario del Rebaño, esa herida que permitió el resplandor del América, hizo que decenas de banderas colorearan las tribunas, entre ellas una del tamaño de la cabecera baja. Con el famoso personaje de la saga cinematográfica Star Wars, Darth Vader, el principal grupo de animación de las Águilas mandó un mensaje provocativo a su histórico adversario: Yo soy tu padre. Y si bien la Comisión Ambiental de la Megalópolis activó la fase 1 de contingencia debido a una concentración máxima de ozono, la directiva del club no detuvo el espectáculo que tenía prepara-do al medio tiempo, encendiendo fuegos artificiales, bombas de humo y luces LED.
Desde su derrota en la Concacaf Copa de Campeones ante el Pachuca, el técnico brasileño André Jardine se propuso reunir las fuerzas que le sobraron a sus jugadores para buscar la doble corona en la Liga. Sólo queda conocer a su rival.
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